EL CALAR DE JUANA

 Andar caminos, es andar historia, y nuestros pasos alocados pero firmes, se adentran una y otra vez en este maravilloso mundo de paisajes cicatrizados por senderos, como torcidos renglones de un libro, inmersos de historias diferentes, muy lejanas en el tiempo algunas, otras mas recientes, pero al pasar nosotros por estos parajes, mantenemos este libro abierto y dejamos nuestra pequeña historia escrita para siempre.

 Pino de las Tres Cruces; aquí comienza nuestra aventura serrana. Aquí comenzamos a sentir, a oler, a absorber todo este paisaje.

 Arroyo del Gualay (como comentan algunos autores, Arroyo de Dios) y no van desencaminados. Otra etapa tras la bajada, donde encontramos la derruida Casa forestal de Gualay y el puentecillo de piedra que cruza estas cristalinas aguas, dando paso a nuestro ascenso hacia el gran castillo de rocas que mira hacia el cielo.

 Ascendemos, abajo el Gualay, resquiebra el paisaje en una de sus cerradas más famosas; La Cerrada del Pintor.

 Arriba nos cambian el escenario, los de atrecho han despejado el paisaje de grandes pinos. Dicen que estos obreros hay veces que se hacen llamar, frío, nieve y viento. Me gusta el lugar, las vistas son espectaculares, se divisa todas las grandes cimas del Parque y observamos con curiosidad, como aquel arroyo divino, se va formando en la misma dirección en la que al fusionarse en el Guadalentín vuelve sobre sus pasos de una forma paralela, abrigando así a la Sierra del Pozo, apaciguando sus aguas en el hermoso embalse de la Bolera.

 Bueno y como antes comentábamos que el Calar, podría ser un gran castillo, como toda fortaleza, tiene sus estandartes; esos pinos de bandera, que nos cuentan claramente cual es la dirección del viento en estos lugares.

 El Calar de Juana, es todo un clásico para los locos lectores de senderos y caminos, que no debemos dejar de caminar y leer. Yo no explico como llegar hasta allí, tengo amigos que dejaron en sus libros sus trayectos e itinerarios. Yo hoy sólo os dejo, mis fotos y mis emociones.