Cada tarde, cuando el sol se envuelve y tiembla bajo ese
color anaranjado del ocaso, José, bajaba desde la “Casa del Guarda”, por el
senderillo de la fuente, al área recreativa de la Cañada de las Azadillas.
Normalmente, en aquellos tiempos, no quedaba nadie a esas horas, excepto algún
que otro loco montañero, refugiado en su
antigua “Susana” (nombre que mis amigos y yo, dábamos a nuestras tiendas canadienses:
hubo Susana I, Susana II, III y aún conservo la IV como reliquia). Nos saludaba, y siempre nos
daba los mismos consejos, aunque sabía que sobraban e incluso nos dejaba alguna
que otra tarea de vigilancia en nuestras manos. Luego arrancaba su moto, al que
él la llamaba cariñosamente “la chicharra” y se perdía entre las curvas
serpenteadas entre pinos dirección a su casa.
Pasamos junto aquella “Casa del Guarda”, hoy abandonada y en
ruinas. El calor todavía no aprieta y lo poco que lo hace, está amortiguado por
las grandes sombras de los pinos que a un lado y a otra del camino, se deslizan
lentamente a nuestro paso en el paisaje.
El sendero, como tantos otros, lo han destrozado con rodadas
y frenadas de bicis y motos, así que seguimos de una forma más suave, por la pista forestal que poco a poco, nos
mostrará el esplendor de una sierra, que como tantas otras, no entiende de
lindes, demarcaciones ni comarcas. Estemos en el “Parque Periurbano Monte la Sierra ” de Jaén, Comarca de
Sierra Mágina, Sierra Sur, todo confluyendo entre pinos y montañas, se confunde
maravillosamente en este paisaje.
El calor hace mella en las fuerzas, los pinos ya en zona
alta, son aún pequeños, de una repoblación reciente. El camino se deforma
amablemente en un sendero que poco a poco nos conducirá hasta el Puerto de la Silla. Aquí el sol nos deshace
gota a gota, pero el paisaje a un lado y a otro nos deja sin palabras. Tiro de
zoom hacia Jaén y su zona sur.
He subido varias veces y ya no caigo en el “error” de atacar
directamente desde este Puerto, a la cima. Hay que escalar y cuando crees que
estás en lo más alto, el aristeo se hace largo y peligroso. Así que comenzamos
a rodear con un ascenso lento pero seguro, por la zona norte de la cuerda, mirando
siempre hacia las moles de Mágina, y unos senderos de cabras, nos irán
conduciendo hasta un paso en el que no tendremos que trepar para nada. Arriba y
cerca se ve el punto geodésico y una cruz a su lado, estamos en la cima otra
vez.
El calor no da tregua, la idea era bajar hacia Palomares y
por el sendero del Barranco del Fresno, hasta la Cañada de las Azadillas. Pero
valoramos la poca sombra de todo este regreso y la de volver por donde habíamos
subido, que una vez en la pista, los pinos nos serían un refugio perfecto del
astro abrasador.
Nos asomamos a la bajada, al Puerto del Campanario, un
mirador excepcional de toda esta parte de la Sierra y en particular, de las impresionantes
paredes de los Tajos de las Alcandoras.
Llegamos, a la “Casa del Guarda”, donde aún resuena el eco
de “la chicharra” de José y donde se perdió tantas veces su mirada traviesa,
con su sonrisa burlona.
José aún vive, ahora está muy mayor, se pasea por las calles
de Jaén lentamente con su bastón y cuando le hablas de la Sierra , se le enciende los
ojos, así como se le dibuja un alo melancólico en su cara.
Buena ruta amigo, ni el calor puede contigo. Veo, que aparte de compartir ese puntillo de locura por esos viejos caminos, también compartimos el gusto por sus pequeños detalles.
ResponderEliminarUn placer leerte Miguel.
Me gusta...
ResponderEliminarBuen reportaje , me gusta tu blog yo tambien pertenezco aun club de senderismoy voy de vez en cuando.
ResponderEliminarSaludo abrazo y buen fin de semana
Hola, salvador: yo también soy de los que disfruta con tus lecturas. La distancia ya no es excusa para estar en contacto con las personas. Gracias por dejar tu comentario en Caminos y Caños. Últimamente también tenemos un canal de youtube, en el cual colgamos montajes de foto-video con música, por si te interesa, se llama: Isafraneto. Y nuestro wikiloc: isadecai.
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