jueves, 30 de mayo de 2024

El Empedraillo: camino o máquina del tiempo


Miranda del Rey es una pequeña localidad de Santa Elena, en la entrada al Parque Natural de Despeñaperros. Existen aquí varias rutas de senderismo, pero hoy toca hablar de una llamada «El empedraillo».

     Si no conoces ni te suena esto de «El empedraillo», te voy a contar una historia. Ten cuidado y no te confundas. Esta puede ser real, ficticia e incluso onírica, pero desde luego este trozo de camino existe como una máquina del tiempo.

     El Senderista Loco deambulaba por un camino de tierra acompañado de grandes amigos como son los alcornoques, desnudos de medio cuerpo hacia abajo, cuya corteza es requerida para el corcho. Otros, como la encina, el pino piñonero y el enebro, también le daban cobijo bajo sus sombras.

     Hay un momento en que sus amigos los árboles le susurran entre sus ramas que se desvíe por un momento; le han preparado un viaje en el tiempo.

     Así fue. Cambió sus pasos hacia aquel lugar y, como en un sueño, se deslizó de un camino terroso y polvoriento a una calzada empedrada con un tramo casi perfecto, tanto en forma como en pavimento.

     De pronto, una densa niebla se dejó caer como un tupido velo. El gris se apoderó del paisaje y entre las sombras pudo ver un carruaje tirado por dos caballos que venían hacia él a toda velocidad. Nuestro Senderista tuvo que dar un salto hacia un lado de esta calzada. No salía de su asombro al ver que, aparte del cochero, dentro había dos personas con trajes de otra época, aunque no pudo discernir cuál. Intentó serenarse, pero al instante escuchó ruido como de cadenas y un murmullo de gente, después gritos. Asustado nuestro loco, quedó quieto y expectante hasta que las sombras ruidosas tomaron forma y pudo ver el siniestro espectáculo. Tres alguaciles a caballo con unas armas que parecían arcabuces del siglo XVI o XVII.

     El ruido de cadenas provenía de quince hombres en fila amarrados a grilletes en pies y manos, unidos todos por una ristra de eslabones de metal.  

     —Pobres hombres —pensó aturdido por esta cruel aparición. ¿O era realidad?

     En ese momento tomó conciencia de que estaba viviendo algo que no era de su época. Parecía que el camino empedrado le sumergió en un viaje, tal vez en otra dimensión.

     Pensó que esos hombres serían galeotes que se dirigirían a la costa para embarcar en algún puerto y cumplir condena, como aquellos que encontró don Quijote y su escudero Sancho Panza allá por los caminos de la Mancha. 

     Solo unos pasos más hacia arriba, tropezó nuestro mochilero y cayó junto a unas jaras pringosas, de flores arrugadas como el papel y con ese olor característico del ládano tan utilizado en perfumería. Entre el olor y lo pegajoso de esta planta, vio con asombro que pasaba una centuria romana, todos a pie, excepto el centurión montado en un caballo alto y esbelto.

     Una visión casi imposible, un retroceso de siglos. Él sabía que en un principio esta vía se creía una calzada romana, aunque los historiadores y arqueólogos demostraron que era medieval.

     Ahora bien. Observaba cómo marchaban con su típica armadura, sandalias, casco y sus armas: bien la lanza o la gladius, su famosa arma corta. Hablaban un latín incomprensible para nuestro senderista, él, que había estudiado sus declinaciones y traducido en su época de estudiante a Julio César y sus crónicas sobre Hispania. Pensó que el deterioro de la lengua, entre otras cosas, sería por el mestizaje de estos legionarios.

     Seguía atolondrado cuando de repente desapareció aquella bruma tétrica y plomiza. La luz se deslizó acoplándose entre las ramas de un bosque típicamente mediterráneo. Confuso, levantó la vista y, ante sus ojos, tenía a cuatro personas mirándole con gestos de preocupación y preguntándole por su estado.

     —Estaba usted en el suelo a un lado del camino —dijo uno de los excursionistas.

     —Parece ser que su mochila le ha apaciguado el golpe —comentó una chica.

     —Yo lo conozco. Este tío es El Senderista Loco —aseguró un tercero.

     Le ayudaron a levantarse y se ofrecieron para acompañarle hasta el coche. Pero, aunque afligido y con la seguridad de haber vuelto a la realidad, prefirió seguir el resto de la ruta con ellos. Incluso les enseñó un par de rincones menos conocidos de la zona; eso tiene encontrase con El Senderista Loco.

     Si alguna vez queréis viajar en el tiempo, «El empedraillo» os espera, siempre que vuestra imaginación tenga encendidas aquellas luces de la niñez.

     Nos vemos por las sendas de Jaén. No te pierdas…O sí.


Publicado el 17 de Mayo del 2024 en https://extrajaen.com/el-senderista-loco/restaurante-de-lujo

 

 


Restaurante de lujo


Desde mi improvisado restaurante, cuyo catering suelo llevar en la mochila, veo pasar las palabras que me gritan agitadas en mi cabeza. Esta, atolondrada por tanta belleza, se resiste a formar frases coherentes para que, al escribirlas, no me tomen por loco, más loco de lo que soy entre senderos y caminos.

Esta vez mis pasos me han llevado por sendas y vereas por la Sierra de la Peña del Águila, en las estribaciones del Parque Natural de Sierra Mágina.

Nuestros pasos han ascendido hasta cerca del Mojón Blanco para bajar hasta la fuente de las Seis Piletas. Descendimos después hasta el área recreativa de la Peña del Águila, junto al mirador del mismo nombre, pero solo os dejo estos detalles de mi ruta, los buenos senderistas sabrán buscar más alternativas.

Hoy, “El Senderista Loco” solo describirá brevemente el lugar donde ese día tomó sus sándwiches de lomo y queso en el mejor restaurante: la Naturaleza.

Es primavera, y con las últimas lluvias, tan esperadas como escasas, las flores nos han querido regalar su presencia cual versos desparramados de una forma caótica, formando el mejor de los poemas: jaras, orquídeas, margaritas, peonías o linarias, un largo recital colorido y aromático que fui disfrutando bocado a bocado con mi lomo y queso.

Los pájaros, esos duendes alados, estaban cantarines: chochines, pinzones, jilgueros y mirlos formaban parte de un hilo musical imprescindible para estos comensales campestres.

Al fondo veía el Aznaitín, esa gran mole a la que Antonio Machado le escribía desde su ventana o en sus paseos solitarios por los alrededores de Baeza.

 

Desde mi ventana,

¡campo de Baeza,

a la luna clara!

¡Montes de Cazorla,

Aznaitín y Mágina!

 

Destacando sobre todas las elevaciones, el Almadén, inconfundible pico cargado de antenas, esas que nos repetían la antigua señal de la caja tonta.

Tras el último bocado, con postre incluido de naranja y níspero, nos acercamos a un gran balcón seminatural llamado, cómo no, Peña del Águila. Abajo, Mancha Real, con esas avenidas planificadas en líneas rectas que cuadriculan el callejero. La campiña, nuestro mar de olivos y nuestras sierras, con sus pueblos desdibujados en el horizonte, siendo protagonistas de ese cuadro que se nos presentó en un día despejado de azul intenso.

Nos vemos por las sendas de Jaén. No te pierdas…O sí.

Nueva etapa de El Senderista Loco

El Senderista Loco comienza una nueva etapa a través del Diario digital ExtraJaén. Este Diario me ha abierto entre sus páginas un blog personal, en el que le daré un nuevo vuelco a las peripecias senderistas de un loco por la montaña, la fotografía y la literatura. En esta trinidad se compaginan mis mayores aficiones. Intentaré mantener vivo este blog repitiendo las mismas entradas, ya que no sería de recibo cerrarlo tras tantos años en mi compañía y en la de tantos seguidores y visitas. Siempre estaré agradecido a todas y todos, y estaré siempre que pueda hablando de sendas, montañas, parajes e historias. Gracias Os dejo la imagen creada por la ilustradora Elena Yañez, así como el enlace general del nuevo blog en el diario digital Extra Jaén. https://extrajaen.com/el-senderista-loco

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