miércoles, 3 de julio de 2024

Hay un balcón en la Pandera llamado Peña del Altar



 

La Pandera, tanto para los habitantes de Jaén como para montañeros y senderistas, no es una montaña cualquiera. Con sus 1872 metros de altitud, es el pico más alto de la Sierra Sur. Allí, como casi todo el mundo sabe, hubo una base militar de telecomunicaciones, que tanto dio de hablar en su época. Se decía que era una base norteamericana, que allí comenzaron los primeros experimentos para controlar la meteorología, e incluso, que servía de soporte para contactos alienígenas. La imaginación del ciudadano da mucho juego ante lo desconocido.

Pero no, los americanos solo pusieron su tecnología. El lugar fue un Centro de Telecomunicaciones del Ministerio de Defensa de España ubicado en una zona estratégica.

La Peña del Altar es el pico situado en la zona más oriental de la montaña. Tiene una altura de 1818 metros y está separada de la cima por una gran nava. Desde mi punto de vista, es uno de los más bellos miradores de la Sierra Sur de Jaén. Justo en su cúspide se hayan dos casetas de vigilancia del INFOCA: una moderna usada por los agentes forestales en los meses con peligro de incendio y otra más antigua utilizada como refugio para senderistas y montañeros. 

Ese antiguo refugio está lleno de anécdotas y recuerdos. Como el día que ascendimos bajo una nevada impresionante. Llevábamos un buen rato descansando e intentando entrar en calor. Llegaron dos soldados de la base, por cierto, muy cabreados, y nos pidieron que nos marcháramos al encontrarnos en zona militar. Estaban calentitos en el cuartel y tuvieron que pasar un buen rato de frío para echar a aquellos dos jóvenes locos a los que les dio por subir con el nevazo que estaba cayendo aquel día. Pero bueno, en el interior del refugio se les ofreció un cigarrillo, un buen trago de la petaca y se fueron tan contentos. Eso sí, con nuestros números de carnet apuntados por si éramos un peligro. ¿Quién me iba a decir a mí que uno de los altos mandos de la base sería en un futuro mi suegro?

Lo que nos lleva a esos locos a subir a lo más alto son las sensaciones, la paz de la cumbre y, en este caso, las bellas vistas, sobre todo la puesta del sol desde este balcón natural llamado Peña del Altar.

Para terminar, os transcribo unos apuntes que hice sentado en la puerta del refugio una tarde de primavera con la vista puesta en el horizonte.

«Allá, en lo más alto de la Sierra Sur de Jaén, la paz toma colores mágicos; el cielo sacude sus sensaciones cósmicas; las nubes juegan a tocarlo todo y nosotros nos quedamos embobados mirando.

La geometría del sol parte montañas, La Peña del Altar tiembla, ruge la sombra al conquistarla.

El Quiebrajano, enmudecido, sigue las antiguas líneas del Valle del Parrizoso. Los sueños están escondidos, pronto habrá que encontrarlos.

El Aznaitín lo divisamos a lo lejos, silueta convertida en imagen machadiana. Desde este lugar podemos divisar también a Las Alcandoras, montaña que tal vez toma ese nombre cuando el sol se refleja en sus cortados verticales pareciendo desprender fuego, aunque en otros tiempos la llamaron Cinto del Fraile. La elevación más próxima intenta dejar su silueta marcada en el horizonte. Os hablo del Cagasebo (apelativo feo, para tan bonita montaña). En su estribo dejó su nombre lejos la que llaman por su albura, Peña Blanca.

El ocaso vence sobre la Sierra, ha dorado siluetas en lontananza. Los aledaños son sombras empobrecidas que recogen en silencio la noche muda.

Se retira el sol: cántale una nana. El horizonte enrojece y los espacios tiemblan; la Sierra Sur estará acunada entre olivos en su bella estancia».

Si tenéis la suerte de ver el ocaso en la cima de una montaña, no dejéis de mirar al horizonte, pues suele dictar versos, ideas, pinturas, música, arte, vida.

 Nos vemos por las sendas de Jaén. No te pierdas…O sí.

Publicado el 16 de junio del 2024 en ExtraJaén

 


domingo, 2 de junio de 2024

Cascada de la Osera: el gran viaje


Estaban todas nerviosas, expectantes. El día había llegado; fueron creadas y adiestradas especialmente para la ocasión, así que el gran viaje debía dar comienzo.

Apelotonadas unas contra otras, aguardaban su turno. La concentración en esta ocasión era excesiva, más abundante que en los últimos meses, incluso que los últimos años. Ciertamente, se esperaba desde hace mucho, mucho tiempo, que hubiera tal afluencia en la Tierra.

Por fin, la transformación y, ¡a volar! El viento las balanceaba primero hasta despedirlas hacia el maravilloso caos de la lluvia. El viaje había comenzado y el perfecto orden de las filas de gotas nerviosas dio paso al desorden de la batalla emprendida: la Tierra será invadida.

Una tras otra golpeaban el suelo sin dolor, esparciéndose y multiplicándose en cientos, miles de ellas, uniéndose de nuevo en un solo elemento.

Llovió, corrían los arroyos, suspiraban los ríos, los saltos de agua y cascadas gritaban sobre ecos ensordecidos. Todas unidas como una gran hermana se deslizaron y viajaron hasta encontrar la calma.

La calma, en aquella ocasión, se llamaba Embalse de Aguascebas (*). Podría haber caído en cualquier otro lugar: sobre la tierra, en una flor. Pero no, lo hizo en ese bonito paraje, en aquel ojo de Cíclope escondido entre grandes riscos y pinares. Un lugar en el que, si alguien llegaba allí con los ojos tapados y desorientado, al destaparlos creería estar en algún paisaje del norte de la Península por su morfología alpina y la belleza de sus aguas: con un color verde especial y cristalino donde se deja ver en las profundidades sus correntías.

Ahora, como cuando habitaba en aquella nube allá en el cielo, vuelve a estar en calma, siendo entre todas una, esperando que se unieran muchas otras hasta hacer rebosar aquella gran balsa líquida.

Por fin lo hizo, y comenzó otro viaje, esta vez sobre la tierra. Caía el agua por el rebosadero formando una bonita cascada. Por el aire, y al golpear las rocas, se desprendían volviendo a ser gotas. La de nuestra historia aguantaba y sigue siendo río, arroyo feroz que ruge por la garganta de tierra con ganas de gritar mil alabanzas por su victoria al abrirse paso entre los riscos.

Pero, como todo principio tiene un final, este se escucha desde lejos. Tal es el grito que ensordece los sentidos; la furia del agua cayendo por el gran tobogán llamado Osera.

La Osera, para aquellos que no comulguen con estos lares, es la cascada más grande de Andalucía, así como la segunda más alta de España. Caer 130 metros… ¿Qué es esto para nuestra gota desprendida desde una nube? Lo fue todo, pues en una ráfaga de viento descomulgó de sus compañeras, volvió a ser una, fragmentándose en la cara de un humano que, atolondrado ante el espectáculo, recibía una y otra vez cientos de moléculas acuáticas estampadas como lágrimas dulces sobre su cara.

El Senderista Loco tomó alguna que otra fotografía; secó su cámara y apartó de su faz esa gota derrotada tras un viaje fantástico desde el cielo hasta la maravillosa cascada llamada Osera. Tras permanecer el tiempo suficiente bajo la ducha de destino incierto, puso rumbo a otro salto de agua, el Chorrogil, pero esta será otra historia que os contaré en otro momento.  

Nos vemos por las sendas de Jaén. No te pierdas…O sí.

*Este pequeño embalse se encuentra en el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, concretamente en las Villas (Villacarrillo, Jaén)

Curiosidades sobre los topónimos del lugar: antes de la construcción del pantano, aquella zona era conocida como Aguadero Hondo. Con los años, y por deformación lingüística, terminó llamándose Guarondo. Pero los topónimos van perdiendo el sentido con el paso del tiempo, aunque quedan esos nombres con un significado histórico. Os pongo otro ejemplo: Aguascebas. Viene posiblemente del árabe Wad as-Sibaa, “Río de los Lobos”, ya que en los antiguos mapas aparecía como Guascebas. Es evidente que por allí se establecieron manadas de lobos. En Guarondo había un cortijo llamado del Aguardentero. Hoy día ha quedado el nombre del sendero para visitar la Osera como “Sendero del Paso del Aguardentero”. Me imagino que por allí bajaría a Mogón el señor que en el cortijo fabricara posiblemente el aguardiente. También tenemos el ejemplo de “osera”: toponimia que nos ilumina en la historia de ese hermoso paisaje, donde habitaron osos, como lo hicieron lobos, corzos y tantos animales que el hombre, con su forma invasiva de vida, ha ido desplazando y extinguiendo. 

Publicado el 31 de mayo del 2024 en ExtraJaén

jueves, 30 de mayo de 2024

El Empedraillo: camino o máquina del tiempo


Miranda del Rey es una pequeña localidad de Santa Elena, en la entrada al Parque Natural de Despeñaperros. Existen aquí varias rutas de senderismo, pero hoy toca hablar de una llamada «El empedraillo».

     Si no conoces ni te suena esto de «El empedraillo», te voy a contar una historia. Ten cuidado y no te confundas. Esta puede ser real, ficticia e incluso onírica, pero desde luego este trozo de camino existe como una máquina del tiempo.

     El Senderista Loco deambulaba por un camino de tierra acompañado de grandes amigos como son los alcornoques, desnudos de medio cuerpo hacia abajo, cuya corteza es requerida para el corcho. Otros, como la encina, el pino piñonero y el enebro, también le daban cobijo bajo sus sombras.

     Hay un momento en que sus amigos los árboles le susurran entre sus ramas que se desvíe por un momento; le han preparado un viaje en el tiempo.

     Así fue. Cambió sus pasos hacia aquel lugar y, como en un sueño, se deslizó de un camino terroso y polvoriento a una calzada empedrada con un tramo casi perfecto, tanto en forma como en pavimento.

     De pronto, una densa niebla se dejó caer como un tupido velo. El gris se apoderó del paisaje y entre las sombras pudo ver un carruaje tirado por dos caballos que venían hacia él a toda velocidad. Nuestro Senderista tuvo que dar un salto hacia un lado de esta calzada. No salía de su asombro al ver que, aparte del cochero, dentro había dos personas con trajes de otra época, aunque no pudo discernir cuál. Intentó serenarse, pero al instante escuchó ruido como de cadenas y un murmullo de gente, después gritos. Asustado nuestro loco, quedó quieto y expectante hasta que las sombras ruidosas tomaron forma y pudo ver el siniestro espectáculo. Tres alguaciles a caballo con unas armas que parecían arcabuces del siglo XVI o XVII.

     El ruido de cadenas provenía de quince hombres en fila amarrados a grilletes en pies y manos, unidos todos por una ristra de eslabones de metal.  

     —Pobres hombres —pensó aturdido por esta cruel aparición. ¿O era realidad?

     En ese momento tomó conciencia de que estaba viviendo algo que no era de su época. Parecía que el camino empedrado le sumergió en un viaje, tal vez en otra dimensión.

     Pensó que esos hombres serían galeotes que se dirigirían a la costa para embarcar en algún puerto y cumplir condena, como aquellos que encontró don Quijote y su escudero Sancho Panza allá por los caminos de la Mancha. 

     Solo unos pasos más hacia arriba, tropezó nuestro mochilero y cayó junto a unas jaras pringosas, de flores arrugadas como el papel y con ese olor característico del ládano tan utilizado en perfumería. Entre el olor y lo pegajoso de esta planta, vio con asombro que pasaba una centuria romana, todos a pie, excepto el centurión montado en un caballo alto y esbelto.

     Una visión casi imposible, un retroceso de siglos. Él sabía que en un principio esta vía se creía una calzada romana, aunque los historiadores y arqueólogos demostraron que era medieval.

     Ahora bien. Observaba cómo marchaban con su típica armadura, sandalias, casco y sus armas: bien la lanza o la gladius, su famosa arma corta. Hablaban un latín incomprensible para nuestro senderista, él, que había estudiado sus declinaciones y traducido en su época de estudiante a Julio César y sus crónicas sobre Hispania. Pensó que el deterioro de la lengua, entre otras cosas, sería por el mestizaje de estos legionarios.

     Seguía atolondrado cuando de repente desapareció aquella bruma tétrica y plomiza. La luz se deslizó acoplándose entre las ramas de un bosque típicamente mediterráneo. Confuso, levantó la vista y, ante sus ojos, tenía a cuatro personas mirándole con gestos de preocupación y preguntándole por su estado.

     —Estaba usted en el suelo a un lado del camino —dijo uno de los excursionistas.

     —Parece ser que su mochila le ha apaciguado el golpe —comentó una chica.

     —Yo lo conozco. Este tío es El Senderista Loco —aseguró un tercero.

     Le ayudaron a levantarse y se ofrecieron para acompañarle hasta el coche. Pero, aunque afligido y con la seguridad de haber vuelto a la realidad, prefirió seguir el resto de la ruta con ellos. Incluso les enseñó un par de rincones menos conocidos de la zona; eso tiene encontrase con El Senderista Loco.

     Si alguna vez queréis viajar en el tiempo, «El empedraillo» os espera, siempre que vuestra imaginación tenga encendidas aquellas luces de la niñez.

     Nos vemos por las sendas de Jaén. No te pierdas…O sí.


Publicado el 17 de Mayo del 2024 en https://extrajaen.com/el-senderista-loco/restaurante-de-lujo

 

 


Restaurante de lujo


Desde mi improvisado restaurante, cuyo catering suelo llevar en la mochila, veo pasar las palabras que me gritan agitadas en mi cabeza. Esta, atolondrada por tanta belleza, se resiste a formar frases coherentes para que, al escribirlas, no me tomen por loco, más loco de lo que soy entre senderos y caminos.

Esta vez mis pasos me han llevado por sendas y vereas por la Sierra de la Peña del Águila, en las estribaciones del Parque Natural de Sierra Mágina.

Nuestros pasos han ascendido hasta cerca del Mojón Blanco para bajar hasta la fuente de las Seis Piletas. Descendimos después hasta el área recreativa de la Peña del Águila, junto al mirador del mismo nombre, pero solo os dejo estos detalles de mi ruta, los buenos senderistas sabrán buscar más alternativas.

Hoy, “El Senderista Loco” solo describirá brevemente el lugar donde ese día tomó sus sándwiches de lomo y queso en el mejor restaurante: la Naturaleza.

Es primavera, y con las últimas lluvias, tan esperadas como escasas, las flores nos han querido regalar su presencia cual versos desparramados de una forma caótica, formando el mejor de los poemas: jaras, orquídeas, margaritas, peonías o linarias, un largo recital colorido y aromático que fui disfrutando bocado a bocado con mi lomo y queso.

Los pájaros, esos duendes alados, estaban cantarines: chochines, pinzones, jilgueros y mirlos formaban parte de un hilo musical imprescindible para estos comensales campestres.

Al fondo veía el Aznaitín, esa gran mole a la que Antonio Machado le escribía desde su ventana o en sus paseos solitarios por los alrededores de Baeza.

 

Desde mi ventana,

¡campo de Baeza,

a la luna clara!

¡Montes de Cazorla,

Aznaitín y Mágina!

 

Destacando sobre todas las elevaciones, el Almadén, inconfundible pico cargado de antenas, esas que nos repetían la antigua señal de la caja tonta.

Tras el último bocado, con postre incluido de naranja y níspero, nos acercamos a un gran balcón seminatural llamado, cómo no, Peña del Águila. Abajo, Mancha Real, con esas avenidas planificadas en líneas rectas que cuadriculan el callejero. La campiña, nuestro mar de olivos y nuestras sierras, con sus pueblos desdibujados en el horizonte, siendo protagonistas de ese cuadro que se nos presentó en un día despejado de azul intenso.

Nos vemos por las sendas de Jaén. No te pierdas…O sí.

Nueva etapa de El Senderista Loco

El Senderista Loco comienza una nueva etapa a través del Diario digital ExtraJaén. Este Diario me ha abierto entre sus páginas un blog personal, en el que le daré un nuevo vuelco a las peripecias senderistas de un loco por la montaña, la fotografía y la literatura. En esta trinidad se compaginan mis mayores aficiones. Intentaré mantener vivo este blog repitiendo las mismas entradas, ya que no sería de recibo cerrarlo tras tantos años en mi compañía y en la de tantos seguidores y visitas. Siempre estaré agradecido a todas y todos, y estaré siempre que pueda hablando de sendas, montañas, parajes e historias. Gracias Os dejo la imagen creada por la ilustradora Elena Yañez, así como el enlace general del nuevo blog en el diario digital Extra Jaén. https://extrajaen.com/el-senderista-loco

Mis mejores momentos

EL TORRECILLAS

  Cuando nos sumergimos en el hermoso abismo de los libros, nuestra imaginación fluye entrelazando imágenes y palabras, dando vida a pers...