Hace tres meses nos encontramos en una consulta de
traumatología y hablamos de muchas cosas, ya se sabe en las salas de espera a
eso toca, esperar. Los dos con las muñecas doloridas o dormidas, contándonos
nuestros últimos avatares de la vida. Me recordabas como sorprendía a los
profesores en la pizarra del colegio, me cansaba de escribir con la derecha,
pasaba la tiza a la izquierda y seguía mi ejercicio tan tranquilo, tú te reías
y esperabas la sorpresa, sobre todo de los profesores de prácticas, que no
sabían de mi habilidad ambidiestra.
También recordamos cuando éramos todavía unos niños, nuestra
primera acampada junto al Castillo de Otíñar, así como, aquellas olimpiadas
montañeras en Río Madera. Después la vida nos trazó una línea curva y cómo no,
nos volvió a unir las amistades, la montaña y el Facebook, aunque nunca
perdimos del todo el contacto.
Hoy, seguro que estarás arreglando los Jardines del Edén, y
ten cuidado con esas ramas que se parten fácilmente, ya que el abismo allí es
más profundo. Después subirás a las cumbres más altas, las más altas que nunca
soñaste hacer, explorarás barrancos y cuevas, y te sumergirás en las pozas más
hermosas. Hoy mi estómago se ha encogido, y esto que te escribo, lo he
intentado escribir con las dos manos, como tanto te divertía en el colegio,
pero amigo, esto lo he escrito con el corazón. Hasta siempre amigo José Luís,
guardaré como oro en paño aquel pañuelo de Otíñar que me regalaste.