La Pandera, tanto para los
habitantes de Jaén como para montañeros y senderistas, no es una montaña
cualquiera. Con sus 1872 metros de altitud, es el pico más alto de la Sierra
Sur. Allí, como casi todo el mundo sabe, hubo una base militar de telecomunicaciones,
que tanto dio de hablar en su época. Se decía que era una base norteamericana,
que allí comenzaron los primeros experimentos para controlar la meteorología, e
incluso, que servía de soporte para contactos alienígenas. La imaginación del
ciudadano da mucho juego ante lo desconocido.
Pero no, los americanos solo
pusieron su tecnología. El lugar fue un Centro de Telecomunicaciones del
Ministerio de Defensa de España ubicado en una zona estratégica.
La Peña del Altar es el pico
situado en la zona más oriental de la montaña. Tiene una altura de 1818 metros
y está separada de la cima por una gran nava. Desde mi punto de vista, es uno
de los más bellos miradores de la Sierra Sur de Jaén. Justo en su cúspide se
hayan dos casetas de vigilancia del INFOCA: una moderna usada por los agentes
forestales en los meses con peligro de incendio y otra más antigua utilizada
como refugio para senderistas y montañeros.
Ese antiguo refugio está lleno de
anécdotas y recuerdos. Como el día que ascendimos bajo una nevada
impresionante. Llevábamos un buen rato descansando e intentando entrar en
calor. Llegaron dos soldados de la base, por cierto, muy cabreados, y nos
pidieron que nos marcháramos al encontrarnos en zona militar. Estaban
calentitos en el cuartel y tuvieron que pasar un buen rato de frío para echar a
aquellos dos jóvenes locos a los que les dio por subir con el nevazo que estaba
cayendo aquel día. Pero bueno, en el interior del refugio se les ofreció un
cigarrillo, un buen trago de la petaca y se fueron tan contentos. Eso sí, con
nuestros números de carnet apuntados por si éramos un peligro. ¿Quién me iba a
decir a mí que uno de los altos mandos de la base sería en un futuro mi suegro?
Lo que nos lleva a esos locos a
subir a lo más alto son las sensaciones, la paz de la cumbre y, en este caso,
las bellas vistas, sobre todo la puesta del sol desde este balcón natural
llamado Peña del Altar.
Para terminar, os transcribo unos
apuntes que hice sentado en la puerta del refugio una tarde de primavera con la
vista puesta en el horizonte.
«Allá, en lo más alto de la Sierra Sur de
Jaén, la paz toma colores mágicos; el cielo sacude sus sensaciones cósmicas;
las nubes juegan a tocarlo todo y nosotros nos quedamos embobados mirando.
La geometría del sol parte
montañas, La Peña del Altar tiembla, ruge la sombra al conquistarla.
El Quiebrajano, enmudecido, sigue
las antiguas líneas del Valle del Parrizoso. Los sueños están escondidos,
pronto habrá que encontrarlos.
El Aznaitín lo divisamos a lo
lejos, silueta convertida en imagen machadiana. Desde este lugar podemos
divisar también a Las Alcandoras, montaña que tal vez toma ese nombre cuando el
sol se refleja en sus cortados verticales pareciendo desprender fuego, aunque
en otros tiempos la llamaron Cinto del Fraile. La elevación más próxima intenta
dejar su silueta marcada en el horizonte. Os hablo del Cagasebo (apelativo feo,
para tan bonita montaña). En su estribo dejó su nombre lejos la que llaman por
su albura, Peña Blanca.
El ocaso vence sobre la Sierra,
ha dorado siluetas en lontananza. Los aledaños son sombras empobrecidas que
recogen en silencio la noche muda.
Se retira el sol: cántale una
nana. El horizonte enrojece y los espacios tiemblan; la Sierra Sur estará
acunada entre olivos en su bella estancia».
Si tenéis la suerte de ver el
ocaso en la cima de una montaña, no dejéis de mirar al horizonte, pues suele
dictar versos, ideas, pinturas, música, arte, vida.
Nos vemos por las sendas de Jaén. No te
pierdas…O sí.
Publicado el 16 de junio del 2024 en ExtraJaén